Respeto

En los últimos días, varios medios locales se han hecho eco del malestar de padres y madres del colegio en el que estoy trabajando actualmente, por mi incorporación a dicho centro tras haber sido condenado por acoso a un menor. También se ha publicado información, pretendidamente descontextualizada, sobre mi presencia en el IES Son Pacs al inicio del presente curso como estudiante de un FP, evidentemente sin contrastar conmigo la información recibida en ningún momento. Algo que no es ninguna novedad para mí, pero que en esta ocasión ha tenido mayor repercusión que en ocasiones anteriores, por lo que considero necesario aclarar varias cosas:

En primer lugar, vaya por delante que cualquier reivindicación que se haga desde la tolerancia y el respeto me parece legítima. En ese sentido, debo decir que se me está tratando con absoluto respeto, tanto por parte de padres y madres como por parte del equipo docente del CEIP Gabriel Janer Manila, algo que quiero resaltar y agradecer, pues a lo largo de estos dos últimos años he vivido situaciones de todo tipo y no siempre ha sido así.

Respecto al fondo de la cuestión que ellos reivindican, no creo que mi opinión sea muy relevante, pero sí me gustaría explicar que es algo bastante complejo que requeriría de un cambio en la legislación a nivel estatal, y por lo tanto, de un debate colectivo que debería ir mucho más allá de un caso concreto, y contemplar todo tipo de supuestos en los que alguien que haya sido condenado por algo que no guarde relación alguna con su trabajo, pueda ser inhabilitado. Podría ser un debate interesante, pero obviamente la Conselleria de Educación no tiene competencias para cambiar la legislación, y tampoco quien las tiene puede hacerlo de un día para otro basándose en un caso concreto. Esto, por lo que deduzco de las noticias publicadas estos días, ya ha sido aclarado a las familias por parte de la Conselleria. A partir de aquí, seguir atacando a la Conselleria por “no hacer nada” y ejerciendo presión sobre ella para que actúe al margen de la ley, utilizando para ello a los medios de comunicación y a los propios alumnos, creo que sobrepasa los límites que cualquier reivindicación legítima debería tener.

Otra cosa que me gustaría aclarar es que yo no me he “reincorporado” al trabajo tras la sentencia. Estuve trabajando todo el curso pasado, y este curso también estuve en otro colegio antes de que se hiciera pública la sentencia. Aquella sustitución terminó, y mi siguiente destino fue el CEIP Gabriel Janer Manila. Que este colegio haya sido el primero en el que estoy trabajando tras la sentencia es una circunstancia puramente casual: obviamente yo no podía saber ni cuándo terminaría mi sustitución anterior, ni cuándo saldría la sentencia (tardó 7 meses), ni en qué centros educativos se produciría una baja justo en ese momento. Pensar que se trata de algo “premeditado” porque fue en este colegio donde, hace 7 años, coincidí con el chico que me denunció por acoso en 2021, no tiene ningún sentido.

En cualquier caso, yo estoy abierto y predispuesto a hacer todo aquello que sea necesario para lograr que mi presencia en este centro educativo, mientras dure esta sustitución, sea lo más agradable posible para todas las partes, incluso fuera de mi horario lectivo si se considera pertinente. No veo a ningún padre o madre como a un enemigo/a, mucho menos a sus hijos/as. Que mi presencia no les haga sentir incómodos es también una prioridad para mí.

Respecto al tema de Son Pacs, estoy asombrado con la cantidad de barbaridades que he llegado a leer. Que si fui allí para tener contacto con exalumnos, que si tuvo que intervenir la policía para que dejase de ir… Estoy bastante harto de que se tergiverse la realidad para darle un sentido perverso a cualquier cosa que haga y que tenga relación con menores, y que los medios reproduzcan con total impunidad cualquier información que les llegue sobre mí y les sirva para alimentar el morbo, sin contrastarla. Estoy harto también de tener que enterarme a través de los medios de comunicación de esas teorías perversas que se producen a mis espaldas, cuando absolutamente nadie me preguntó en su momento por qué estaba estudiando ese FP, ni me manifestó ningún tipo de incomodidad al respecto. Ningún profesor, ningún padre o madre, ningún policía y ningún responsable de la Conselleria me comunicó nada de lo que ahora, varios meses después, me entero a través de la prensa que sucedió a mis espaldas mientras yo estuve allí. Estoy cansado de tener que dar explicaciones públicas sobre cosas que tienen que ver con mi vida privada, simplemente porque algunas personas prefieren exponer mediáticamente sus teorías perversas (que los medios reciben encantados) antes que preguntarme a mí.

Dicho esto, y aunque no tendría por qué estar dando ninguna explicación (menos aun públicamente) sobre este tema, voy a explicarlo: a finales del curso pasado, aún no sabía si este curso podría continuar trabajando como profesor o no. Decidí matricularme en ese FP y también en la Universidad (donde sigo yendo), a la espera de lo que sucediera con la sentencia, para tener varias opciones sobre la mesa de cara al curso siguiente. Si la sentencia hubiese salido antes de empezar el curso, nunca habría empezado ese FP, de la misma forma que, si se me hubiese inhabilitado, seguiría estudiándolo a día de hoy. En ese caso, tal vez serían los padres y madres de exalumnos de Son Sardina quienes hoy reclamarían un cambio en las leyes que impidiese estudiar un FP a una persona condenada por acoso a un menor. Tal vez la semana que viene sean mis vecinos quienes reclamen un cambio en las leyes que impida a una persona condenada por acoso a un menor vivir en cualquier barrio en el que también residan menores. Me pregunto qué podría hacer yo con mi vida si, la opinión aquellos a quienes mi simple presencia les genera inseguridad, estuviera por encima de mis derechos. Lo cierto es que, a día de hoy, tengo todo el derecho del mundo a estudiar un FP, a trabajar en cualquier colegio de Baleares o a irme a vivir a Australia sin tener que dar explicaciones a nadie sobre por qué lo hago o lo dejo de hacer. Pero las decisiones que tienen que ver con mi vida personal solo me corresponde a mí tomarlas, y al resto, respetarlas.

Y ya para terminar, sobre el procedimiento judicial por acoso, también quiero aclarar varias cosas que se tergiversan una y otra vez, a pesar de que algunas de ellas ya han sido aclaradas por mi parte en alguna ocasión:

- Nunca se me ha juzgado por acosar a un exalumno. Es un término que los medios utilizan de forma interesada para alimentar el morbo, aprovechándose de que, como he explicado, el chico que me denunció y yo coincidimos en 2017 en el CEIP Gabriel Janer Manila durante apenas un mes y medio. Obviamente no se estableció entre nosotros ningún tipo de vínculo entonces. Ahora que ya hay, además, una sentencia que corrobora que los hechos enjuiciados nada tenían que ver con el hecho de haber sido su profesor en 2017 (de ahí que no se me haya inhabilitado), seguir utilizando ese término es puro sensacionalismo, y lo único que hace es contribuir a generar inseguridad en las familias de mis actuales alumnos. No puedo impedir que ese término se siga utilizando, porque técnicamente no es incierto, pero sí me gustaría pedir responsabilidad y rigurosidad a los medios a la hora de informar.

- Fue casi cuatro años después de haber sido su profesor cuando, en otro contexto, y a raíz de nuestra afición en común por el pádel, empezamos a vernos con frecuencia, y como consecuencia de ello, terminamos convirtiéndonos en buenos amigos. Esa relación de amistad fue recíproca, conocida por sus padres desde el primer momento y aceptada con total normalidad por ellos, que siempre supieron cuándo quedábamos, para qué y con quién. Nunca, en las decenas de ocasiones en las que este chico y yo quedamos (muchas de ellas sin la presencia de nadie más), hubo por mi parte ningún intento de tener algo con él, como él mismo ha reconocido siempre. En ningún momento he sido juzgado por eso!

- Si pasado un tiempo se produjo un cambio de percepción sobre mí fue, como también ha explicado él siempre, a consecuencia de los comentarios que le hicieron personas de su entorno, que veían “extraña” esa relación de amistad por la diferencia de edad. Esas teorías perversas surgen de un grupo de chavales de 16-17 años, y a partir de ahí se han ido propagando como un virus, primero en su entorno más cercano, y luego a gran escala cuando el caso se hizo mediático, sin que nunca haya sucedido nada de lo que se ha especulado sobre mí.

- La denuncia vino poque, después de bloquearme para no tener que darme explicaciones sobre por qué ya no quería seguir relacionándose conmigo, intenté contactar con él en varias ocasiones para averiguar los motivos de su bloqueo. Lo único que se dirimía en el procedimiento judicial del que ahora ha recaído sentencia, era si los intentos de contacto con él posteriores a su bloqueo fueron susceptibles de ser considerados acoso. Nunca se me ha juzgado por nada que tenga que ver con nuestra relación de amistad previa.

- Es cierto que se me ha considerado culpable de un delito de acoso, pero también lo es que la condena se basa en gran medida en cosas que no son ciertas, y que sigue sin ser firme. Aún no es el momento de entrar en detalles sobre ello, pero en esta historia, como en muchas otras, ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos.

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